Es más que probable que durante el transcurso de la vida de un gato, antes o después haya que intervenir con cirugía.
En estos casos, al igual que si nos fueran a operar a nosotros mismos, sufriremos los nervios previos y el temor a que algo no funcione correctamente. Transcurrida la operación, deberemos ocuparnos de proporcionar a nuestro gato un correcto post operatorio. Además de las indicaciones especificadas por nuestro veterinario, emplearemos con el paciente, toda nuestra paciencia y cariño.
Por lo general, la anestesia en animales no comporta un riesgo excepcional, podría compararse con la que se asume en las intervenciones con humanos. Los despertares tras la operación variarán en función de la anestesia empleada, el tipo de intervención y la propia constitución del gato.
Durante las primeras 24 o 48 horas, dependiendo del tipo de intervención, deberemos prestar mucha atención al comportamiento de nuestro gato. Poco a poco empezará a moverse y a caminar con normalidad. Procuraremos que beba pequeñas cantidades de agua, hasta comprobar que no le producen vómitos. Una vez acepte bien el liquido, puede empezar a comer algo.
Si se presentase algún problema motriz, así como vómitos o diarrea, habrá que contactar de inmediato con nuestro veterinario.
Normalmente, después de la operación deberemos administrar a nuestro gato los medicamentos prescritos por el veterinario. En cuanto a las curas, si no presentan demasiada dificultad, se pueden practicar en casa, siguiendo estrictamente el consejo de nuestro veterinario.
Si éstas presentasen un carácter más grave, deberemos acudir a la clínica donde las curas las efectuará el veterinario. Aproximadamente sobre los 10 /12 días se extraerán los puntos. Dependiendo de donde se encuentre la herida, será necesario el uso de un collar isabelino que impedirá que el animal llegue hasta el vendaje y se pueda hurgar en la herida.