Normalmente, cuando pensamos en comederos elevados creemos por error que están destinados solo a perros de gran tamaño, que, debido a su constitución, necesitan comer en un recipiente levantado del suelo para evitar problemas como la torsión de estómago. Pero no es así. Los comederos elevados son ideales para cualquier tipo de can y tiene muchas ventajas que se traducen en beneficios para la salud de tu perro.
Los perros suelen levantar la cabeza para masticar o tragar el agua, por lo que la deglución es más lenta y hay menos riesgo de atragantamiento o asfixia.
Si nuestro compañero tiene megaesógafo o cualquier otro trastorno que complica la ingesta de alimentos, el veterinario recomendará un comedero elevado, pues de este modo tanto el líquido como la comida pasará mucho mejor por el esófago hasta llegar al estómago, con lo que se minimizan efectos como los vómitos o la regurgitación.
En el caso de perros medianos o grandes, son necesarios, pues previenen problemas relacionados con la alimentación, como la torsión de estómago.
Los abueletes suelen tener menos movilidad y los dolores que acompañan a la edad hacen que para muchos de ellos la hora de comer sea una odisea. Pero, además, si nuestro perro tiene problemas óseos o musculares (artritis, problemas de espalda, dolor, rigidez, dificultad para mover el cuello, limitaciones en las articulaciones, enfermedad del disco intervertebral u otras dolencias similares), agradecerá poder disponer de un comedero elevado, pues no tendrá que agacharse tanto para comer o beber.
A ello hay que sumar el hecho de que un comedero elevado es siempre más elegante y estético, gusta más, pero, sobre todo, que estos comederos son más limpios e higiénicos que aquellos que se colocan directamente sobre el suelo. Y, por si fuera poco, la mayoría de ellos cuentan con cuencos metálicos que pueden meterse en el lavavajillas, lo que facilita la limpieza del recipiente del animal.
En el mercado podemos encontrar una gran variedad de comederos elevados para que podamos elegir el que mejor se adapta a nuestro perro. Tendremos que tener en cuenta su tamaño (no solo para valorar el soporte y la distancia del suelo, sino la profundidad del cuenco, pues los cánidos más pequeños necesitarán recipientes de menor profundidad y tamaño que un o un ), si cuenta con alguna enfermedad específica, qué espacio tenemos en casa, si tiene orejas demasiado grandes (que pueden acabar en el recipiente), cómo es su hocico, si come con ansiedad, si queremos que tenga uno o dos cuencos (uno para la comida y otro para el agua)... Solo tenemos que buscar el adecuado para nuestro animal de compañía.