Mucho se ha hablado de lo que supone tener perros en casa (reducen el estrés, combaten la soledad, refuerzan las habilidades sociales...), pero convivir con gatos también presenta muchos beneficios para la salud en general, y no solo mental. Por eso, en mundoAnimalia queremos destacar por qué tener un gato en la familia ayuda a gozar de buena salud.
Está demostrado que los gatos, como los perros, ayudan a reforzar el sistema inmunitario y a prevenir casos de alergia, sobre todo en niños, lo que repercute en un buen funcionamiento del sistema respiratorio. Pero en el caso de los gatos, la ciencia ha demostrado, además, que son beneficiosos para reducir los casos de infarto y las enfermedades cardiovasculares.
De hecho, un estudio llevado a cabo en 2008 por el Instituto Stroke de la Universidad de Minnesota demostró que las personas que conviven con gatos tienen hasta un 30 % menos de posibilidades de sufrir un infarto. Este resultado se suma a otros que ya afirmaban que los gatos reducen la presión arterial y mejoran la circulación sanguínea, lo que a la larga se traduce en una disminución de problemas cardiovasculares. Por tanto, los dueños de gatos tienen menos posibilidades de morir de un problema coronario.
Si los beneficios físicos son ya destacados, los emocionales se llevan la palma. De hecho, la terapia con animales se ha demostrado sumamente eficaz para tratar problemas de ansiedad, estrés y depresión. Se sabe que los gatos ayudan a calmar los nervios. La tranquilidad que denotan y su ronroneo consiguen aplacar el estrés y la sensación de agitación mental. Por tanto, reducen de manera significativa los niveles de ansiedad. Y en casos de ataques de pánico o crisis, consiguen disminuir la sensación de ahogo y malestar asociada a esos trastornos.
Pero también es un buen aliado en casos de depresión, pues además de generar emociones positivas (los expertos han comprobado que ver gatos incrementa la serotonina y favorece pensamientos positivos, además de aportar sensación de alegría y paz), ayudan a distraer la mente del enfermo, lo que supone que este se concentre en la mascota y deje de lado, aunque sea un rato, los problemas que lo sumen en ese estado de tristeza.
Y si tenemos autismo o convivimos con un familiar con trastorno del espectro autista, el gato es el animal perfecto. En 2012 varios estudios efectuados en Francia confirmaron que los gatos estimulan la producción de oxitocina, razón por la cual en casos de niños con autismo, ayudan a reducir conductas repetitivas, provocan emociones alegres y facilitan la comunicación con los demás, su relación con aquello que los rodea y que puedan disfrutar de un entorno más tranquilo y saludable.