Se trata de un animal que tiene un tamaño bastante similar al de un perro doméstico de tamaño mediano.
Suele medir entre 50 y 60 cm y su peso oscila entre 20 y 30 kg. Las hembras son más pequeñas que los machos. Lo que caracteriza a este animal es su pelaje rojizo y marrón, así como la morfología de su cuerpo, que difiere de la del perro doméstico. En este sentido, como animal habituado a recorrer grandes distancias para buscar alimento, suele tener las patas más largas. Ello, además de favorecer su desplazamiento, le otorga mayor agilidad y rapidez durante la caza.
Otro dato interesante, que forma parte de sus peculiaridades, es el color de los ojos, que es amarillo, aunque puede mostrar diversas tonalidades.
Debido a su tamaño y a su parecido con el perro doméstico, en Australia muchas personas adoptan un dingo como animal de compañía. Su comportamiento tiene que ver más con el lobo que con el perro, pues los dingos suelen ser nómadas y, aunque hay dingos solitarios, viven en manadas. Algunos viven cerca de núcleos urbanos y están acostumbrados a la presencia del hombre. Incluso se alimentan de la basura que encuentra en las calles o en los contenedores. Pero los hay que apenas han interactuado con los humanos, por lo que suelen mostrar una actitud más agresiva con ellos. De ahí que resulte compleja su domesticación. Pese a ello, hay centro en los que se domestican a estos cánidos, así que, como hemos adelantado, es posible adoptarlos. Eso sí, siempre y cuando lo hagamos a través de espacios de este tipo; meter a un dingo en casa sin que este haya sido domesticado previamente es peligroso y puede poner en riesgo la integridad de los miembros de la familia.
Finalmente, por lo que respecta a su alimentación, esta suele ser variada. Los dingos salvajes se alimentan de pequeños animales como los conejos, los gansos, las ratas o los ualabís. También pueden comer gatos, canguros e incluso reses, ya que es un carnívoro.
Por tanto, si queremos adoptar un dingo hemos de tener en cuenta cómo es su comportamiento y elegir siempre a un cánido que haya sido domesticado por profesionales cualificados.