No sin cierta controversia, la moda de disfrazar a nuestras mascotas en puntuales festividades se va asentando y difundiendo a paso firme entre quienes compartimos nuestras vidas con un animal de compañía. Hay algunas cuestiones a tener en cuenta cuando se decide convertir a un animal en un personaje famoso, un superhéroe… o una calabaza. La primera, y fundamental, es conocerle bien: saber si la ropa con que le estamos vistiendo le molesta o si por el contrario se siente cómodo así vestido. Hay especies que no están hechas para vestir a imagen y semejanza de los humanos, y otras que aunque tampoco lo estén, pueden vivir con ello. Y de ellas, hay razas que toleran (e incluso agradecen) tener alguna capa de protección contra las inclemencias del tiempo, mientras que otras no las pueden ni ver. Es, por consiguiente, de vital importancia tener claro que la primera norma para jugar a los disfraces con nuestra mascota pasa por respetar al animal que vive con nosotros, mantener intacta su dignidad y asegurarnos de que no le vamos a provocar un sufrimiento innecesario.
Mayormente, los perros aceptarán mejor que los gatos y otras mascotas que su dueño les disfrace. Pero aun así, hay que asumir que si a nuestra mascota no le gusta la idea, deberemos descartarla por completo. De lo contrario, podríamos provocarle un episodio de estrés con muchas posibilidades de desembocar en un gesto violento de su parte hacia nosotros o cualquiera que se le pusiera por delante.
Las ocasiones en que un animal de compañía requiera una capa más de ropa son escasas y se limitan prácticamente a perros de razas muy concretas, ya sean provenientes de latitudes con temperaturas muy distintas, o con poco (o nada) de pelo. Pero en todo caso, no es algo natural en ellos (como sí lo es en nosotros) por lo que si vamos a disfrazarlo, hay que asegurarse de no usar ropa para perro demasiado apretada pues eso, en especial si le aprieta el cuello, podría acabar asfixiándole. Del mismo modo, tenemos que buscar tejidos flexibles, que garanticen un movimiento natural de patas y cola para evitar más situaciones de estrés. Y finalmente, no le disfracemos con prendas gruesas si hace calor (los golpes de calor son terribles para los perros), ni con materiales especialmente incómodos: por ejemplo, aquellos que generen pelusas que puedan colarse por sus ojos, nariz o boca.
En definitiva, hay que usar el sentido común: buscar la comodidad de nuestra mascota con la ropa que le pongamos, estudiar su comportamiento (si se la intenta sacar, si se pone nerviosa…) una vez disfrazada para comprobar que no le estemos haciendo sufrir más de la cuenta. Y si fuera el caso, descartar la idea.
Aun con el beneplácito del perro, ¡no bajemos la guardia! Un animal disfrazado llama mucho la atención. Puede atraer a más de un curioso, y este puede ponerse pesado, generando un nuevo episodio de estrés innecesario para nuestra mascota. Lo dicho: cabeza ante todo.
Si no quieres partirte demasiado los cuernos con el disfraz para tu mascota, ni quieres que se agobie demasiado, aquí tienes un par de consejos básicos: