Nada más nacer, la gatita Ichimi se enfrentó a una desagradable situación: su madre la rechazó tras dar a luz dejándola totalmente vulnerable, sin nadie que cuidara de ella. Si no hubiese sido por Ponzu, un Golden Retriever, y su dueña Jesse, probablemente la vida de la pequeña gatita no hubiese tenido un desenlace agradable. Por suerte, ambos acogieron a Ichimi como un miembro más de la família, ofreciéndole el cariño y la protección que se merecía.
Pero lo más sorprendente fue observar cómo Ponzu cuidaba de la pequeña, que llegaba a su vida tras fallecer su anterior compañera, otro felino con la que también tenía una bonita relación. Los dos salieron beneficiados de este casual encuentro: ella encontró un hogar y un gran papá que la protegiera durante sus primeros meses de vida, y él a una nueva compañera a quien mostrar su cariño. No hay más que ver el sentimiento que desprenden sus fotografías... ¡Para que luego digan que perro y gato se llevan mal!