Al igual que en los humanos, esta era del sedentarismo y la comida basura parece que también está afectando a nuestros animales domésticos. Según estudios recientes, una de cada tres mascotas que vive en los países occidentales es obesa.
La obesidad es el principal problema nutricional en perros y gatos. Los problemas de nutrición de cobayas, conejos o hámsteres suelen ser otros, y las aves saben administrarse el pienso a lo largo del día sin caer en la glotonería.
Los cachorros también son los que menos problemas tienen a la hora de comer, ya que están en etapa de crecimiento y se les puede permitir comer un poco más (siempre bajo control). Los problemas de obesidad empiezan después del año, cuando los animales, que deberían llevar una dieta regulada, siguen comiendo de todo.
Del mismo modo que en las personas, cuando el animal consume más calorías de las que su organismo utiliza, el exceso de tejido adiposo (grasa) se acumula en el cuerpo y progresivamente, llega a provocar lo que se conoce como obesidad.
La mayoría de casos de animales domésticos con exceso de peso son un reflejo directo del gran problema de la obesidad en la sociedad actual. La gran diferencia entre el sobrepeso de las mascotas y el de sus dueños es que los animales no tienen la facultad de controlar su peso, ya que dependen única y exclusivamente de lo que les sirva su dueño.
A lo mejor nunca nos hemos planteado que nuestro perro o gato pueda sufrir obesidad y nos hemos limitado a creer que es un animal sanote y bien alimentado. Pero la verdad es que este problema, que parece no tener importancia, puede tener unas consecuencias terribles en nuestro fiel compañero.
Entonces, ¿Cómo podemos diferenciar entre si nuestro perro o gato es obeso o simplemente es de constitución robusta? Nos tenemos que empezar a plantear que nuestra mascota necesita hacer dieta cuando:
De todos modos, a la menor sospecha de que nuestro perro o gato padece obesidad, lo mejor que podemos hacer es consultar a nuestro veterinario para que nos haga un diagnóstico correcto.
Como ya hemos apuntado, la obesidad, generalmente, está causada por una abundante ingestión de calorías frente a un bajo consumo energético. Esta sobrealimentación, ligada a la falta de ejercicio, es una de las causas más frecuentes de la obesidad pero no la principal. Nuestra mascota puede ser obesa porque sufre de hipotiroides (un 25% de perros obesos la padecen), ha sido castrada, tiene problemas de estrés, está afectada por el síndrome de Cushing o tiene lesiones en el hipotálamo.
Dejando de lado estas últimas excepciones, los principales factores que influyen en la obesidad canina y felina son:
Perros: Mestizos, Labrador Retriever, Collie, Basset Hound, Rottweiler, Golden Retriever, Bullmastiff, Carlino, Pekinés, Beagle, Perro Pastor de las Shetland, Cairn Terrier, Caniche y Teckel.
Gatos: Mestizos, Maine Coon, Bosque de Noruega, Neva Masquerade y Cornish Rex.
Las consecuencias inmediatas de la obesidad (apatía, baja forma, tipo poco agraciado…) no son nada en comparación con las múltiples complicaciones que se pueden producir:
Lo primero que debemos hacer si creemos que nuestro perro o gato padece sobrepeso es consultarlo con nuestro veterinario. El especialista debe evaluar y analizar el estado de salud de nuestra mascota y a partir de aquí, si lo cree necesario, personalizar un programa de reducción de peso. Cada perro o gato es diferente y por lo tanto, tiene necesidades diferentes. Si nuestra mascota ha sido diagnosticada como obesa es importante seguir estos consejos:
Aunque las maneras de prevenir y solucionar la obesidad parecen bastante obvias, es muy importante llevarlas a cabo. Aunque nuestro perro o gato no sea obeso, es fundamental que los dueños estemos concienciados y sigamos unas pautas racionales y saludables para nuestros compañeros gocen de buena salud. Es recomendable: