Puede sonar a poca cosa, pero la “tos de las perreras” es un problema recurrente, que puede traer consigo complicaciones indeseadas. Como no se le suele hacer demasiado caso (juega en otra liga en comparación con leishmaniosis y demás), vamos a dedicarle este artículo para poner a fuego toda la información necesaria, y saber así en qué consiste y cómo actuar ante la presencia de sus síntomas.
Como puede imaginarse el lector, se trata de una afección de las vías respiratorias, cuyos principales síntomas suelen ser accesos de tos seca que pueden prolongarse en el tiempo, y hacerse especialmente evidentes con el movimiento del animal e incluso con sólo tocarle laringe y/o tráquea. Podría traer consigo vómitos.
La enfermedad se caracteriza por ser sumamente contagiosa, en especial entre que convivan en grandes grupos, por lo que criadores con un gran número de ejemplares (y que en invierno no puedan controlar todos los cambios de temperatura a los que sus animales sean sometidos), perreras, protectoras, exposiciones o participaciones en concursos que requieran encuentros grupales, pueden convertirse en un paraíso para la bacteria causante. Sobre todo si se trata de perros jóvenes (o directamente), puesto que aún no cuentan con la inmunidad propia de un adulto, que ya ha debido lidiar más de una vez con esta u otras enfermedades de corte similar, y ya han perdido el efecto de los anticuerpos maternos que reciben durante el primer mes de vida. Por supuesto, también es una potencial vía de contagio el dejar a nuestra mascota en una durante periodos de vacaciones.
Si el párrafo anterior era para echarse las manos a la cabeza, rebajaremos alarmismos confirmando que, desde el punto de vista médico, no se considera una enfermedad grave. Ahora bien, si se complica, puede llevar a la aparición de fiebres elevadas, apatía, síntomas propios de bronquitis y bronconeumonía, en incluso carencia de apetito. Por ese motivo, tampoco debe tomarse a la ligera.
Según los estudios realizados a este respecto, puede señalarse una bacteria como principal causante de esta enfermedad. Bordetella bronchiseptica se llama (de ahí que el nombre más científico de la dolencia sea traqueobronquitis infecciosa canina), y es el único germen que realmente causa los síntomas de la misma. Ahora bien, un cuadro de similares características también lo causan el virus de la parainfluenza canina, el adenovirus canino de tipo 2 y el virus del, así como otras bacterias a ellos asociados. Así pues, en el peor de los casos, a estos agentes se asocia el moquillo, pero por lo demás, suele tratarse de problemas de escasa importancia.
Fácil, rápido y directo al grano: mediante la vacunación. Se administra a los cachorros que ya han cumplido cuatro semanas de vida (que es cuando pierden la ayuda de los anticuerpos maternos), y también la pueden recibir perros más adultos. La primera inyección debe ir seguida de otra a las tres-cuatro semanas, y a partir de ahí, se recomienda ir vacunando al animal con regularidad anual. Por supuesto, aunque en el caso de los más pequeños no haya tanta diferencia es muy recomendable que las vacunas se lleven a cabo antes del invierno, o bien antes de asistir a uno de los factores de riesgo antes citados (residencias, exposiciones…).