Este gran felino, de tamaño superior a un gato, que destaca por sus orejas, las patillas que cuelgan de su cabeza y el pelaje tan característico, va recuperando poco a poco su población en nuestro país gracias al nacimiento de ejemplares, lo que ha permitido aumentar el número de individuos en áreas donde su presencia apenas era testimonial.
Se trata de la especie más amenazada del planeta. La caza furtiva y los atropellos son las principales causas de que este felino se encuentre en riesgo de desaparecer. Ambos problemas tienen difícil solución, sobre todo el segundo, que está estrechamente relacionado con la pérdida del hábitat que en los últimos decenios ha sufrido la especie, hasta tal punto que los estudios sobre la recuperación del lince ibérico pasan de manera obligada por devolverles el espacio que les han quitado la construcción masiva e indiscriminada y la circulación por espacios verdes protegidos.
Pero no solo su hábitat se ha reducido y están expuestos a la circulación de vehículos, sino que esas infraestructuras impiden, además, las relaciones entre distintos miembros de la especie, limitando la reproducción con ejemplares que habitan en otras zonas.
Como experto cazador que es, su alimentación es carnívora. El conejo es su principal alimento. El descenso de ejemplares debido a la proliferación de distintas enfermedades, que ha reducido la población de conejos de manera importante, también afecta al lince ibérico, pues a menudo no encuentra alimento cerca y debe adentrarse en otras zonas que lo exponen a la actividad del hombre y hacen peligrar su subsistencia.
Por suerte, desde hace algunas décadas se llevan a cabo proyectos que tienen como objetivo la cría y la protección del hábitat del lince, cuya presencia se extiende por la mitad sur de la península ibérica. Los centros de cría en cautividad, emplazados en Matalascañas (Huelva), Jerez de la Frontera (Cádiz), Zarza de Granadilla (Cáceres), Santa Elena (Jaén) y Silves (Portugal), están permitiendo que la población del lince ibérico aumente año tras año. El resultado ha permitido que la población se multiplique por cuatro.
Pese a ello, todavía hay mucho por hacer para que su extinción, como la de otras especies acaecidas a lo largo del siglo XX, deje de ser un problema y pueda desprenderse de la etiqueta de especie protegida que cuelga de él desde 1966.