La temida parasitosis intestinal puede causar graves problemas de salud en los cahorros, de ahí que sea necesario tomar medidas cuanto antes para su desparasitación.
Muchas veces es la propia madre la que le transmite los parásitos intestinales al cachorro, ya sea cuando este estaba aún en el útero materno, ya sea durante la lactancia. Otras veces, los ha adquirido por la ingestión de pulgas (como el Dipylidium caninum) o se ha infectado por el contacto con otros animales. Estos gusanos pueden alterar el correcto crecimiento del cachorro, provocando, además problemas en los tejidos. Los casos más graves, incluso, pueden acabar con la vida del cachorro.
Los parásitos pueden ser de varios tipos:
Las evidencias más claras de que nuestro cachorro tiene parasitosis intestinal son la diarrea intestinal (líquidas, o con mucosidad y sangre) y los vómitos. También suelen aparecer síntomas de desnutrición, anorexia, vientre abultado, anemia, picor anal, pérdida de brío y vitalidad, pelo sin brillo y quebradizo...
Según el parásito, puede provocar también neumonía y problemas respiratorios o nerviosos, ya que algunas larvas se mueven por el organismo del animal, afectando a otros órganos.
Son muy difíciles de localizar; los síntomas aparecen cuando la parasitosis está ya muy avanzada. Por ello, si creemos que nuestro animal de compañía tiene parásitos debemos acudir inmediatamente al veterinario para su desparasitación. Este recomendará la ingesta de pastillas, jarabes o pastas.
Cuando alcance el año de edad, es importante que nos acostumbremos a llevarlo al veterinario cada tres meses para que este valore su estado de salud y lo desparasite.
El mejor modo de evitar el contagio es extremar las medidas de higiene, ya que, además del perro, nosotros también podemos infectarnos. Por ello, es importante que tomemos una serie de medidas para evitar que los gusanos se trasmitan a los niños, que son los más expuestos y también los más vulnerables.