El nombre da pistas importantes. Son aquellas enfermedades que se deben a uno o más genes anómalos, ya sea porque funcionan mal o, directamente, no funcionan y se transmiten de padres a hijos.
No todas las enfermedades genéticas son hereditarias, aunque todas las enfermedades hereditarias son genéticas, con matices.
Quizás el ejemplo más claro de enfermedades genéticas no hereditarias sea el cáncer. Sí, los perros tienen cáncer como nosotros. Un perro puede heredar de sus padres una predisposición genética a desarrollar cáncer a lo largo de su vida, una mayor probabilidad, pero no puede heredar el cáncer en sí mismo. Nadie nace con cáncer.
Para que una alteración genética se transmita, las células de la línea germinal (espermatozoides y óvulos) tienen que portar la patología. Una célula del páncreas puede volverse tumoral con los años y desembocar en un cáncer de páncreas. Sin embargo, esas mutaciones no alcanzan las células germinales, por lo que el cáncer no se transmite a la descendencia.
En cambio, la epilepsia puede ser heredada. Uno o más genes están alterados, causando ataques epilépticos en el animal. Pero esta vez, esos genes defectuosos se encuentran en todas las células del animal, incluyendo las germinales. Cuando ese perro tenga descendencia, todos sus hijos tendrán también los genes que causan la epilepsia, transmitiéndose a lo largo de las generaciones.
Existe el concepto de “herencia no genética”. Podríamos definir la herencia no genética como la transmisión de características de padres a hijos que no vienen en la secuencia de ADN. Es un concepto reciente del que se sabe poco todavía.
Ejemplos de este tipo de herencia serían la información que se hereda por la epigenética (información en el ADN sin cambiar su secuencia), en partes de las células externas al núcleo, carentes en su mayoría de material genético, o incluso por moléculas que se transmiten en los fluidos sexuales.
¿Podría transmitirse una enfermedad de esta manera? Hasta el momento en perros no se ha descubierto ninguna que lo haga. La premisa “toda enfermedad hereditaria es genética” es cierta hoy en día, pero dejemos un prudente margen de duda, por si acaso.
Por desgracia, sí, no existe ninguna raza de perro que no tenga enfermedades genéticas hereditarias.
No obstante, no todas las razas tienen la misma probabilidad de heredar una enfermedad genética, ni las mismas enfermedades genéticas.
Los perros son una de las especies animales con mayor variedad de genes. Un vistazo rápido a los cientos de razas caninas que existen nos da una idea de lo heterogéneo que tiene que ser su genoma para que haya tanta diversidad.
Algunas patologías son propias de razas específicas. Existe un tipo de ictiosis, una enfermedad dermatológica, que es única del Golden Retriever. Esta mutación se encuentra solo en esa raza, y se calcula que casi el 50% de los Golden Retriever europeos son portadores (tienen al menos una copia del gen mutado).
El ejemplo más llamativo es el síndrome braquiocefálico. Ocurre únicamente en las llamadas razas braquiocefálicas, perros con un cráneo ancho, un hocico y cara achatados y cortos, y orificios nasales más reducidos de lo normal. El bulldog inglés, entre otras razas.
Es una enfermedad obstructiva de las vías respiratorias que causa problemas en la respiración del animal, con otros efectos secundarios como intolerancia al ejercicio y baja oxigenación de la sangre.
Un galgo no podría tener esta enfermedad. Pero es más probable que un galgo tenga el síndrome hemolítico urémico que un bulldog inglés. No existen razas inmunes que tengan un ADN perfecto.
En ocasiones, un experto muy experto puede darse cuenta, a través de síntomas como el comportamiento del animal, malformaciones físicas o análisis de sangre.
Que algunas enfermedades sean más habituales de razas específicas de perros también puede dar pistas importantes en su detección. Si se tiene el historial familiar del perro, es normal que otros parientes de tu mascota hayan presentado la misma enfermedad. Por algo son hereditarias.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, la prueba definitiva y concluyente son los tests genéticos para perros.
Las pruebas genéticas “leen” la secuencia de ADN del animal, lo que permite saber, con un margen de error casi inexistente, si los genes se encuentran alterados o no. Tienen la ventaja adicional de que, al no requerir síntomas en el animal para su diagnóstico, pueden detectar patologías que aún no han comenzado a manifestarse o descubrir si un animal es portador de un gen para una enfermedad.
Un animal portador tiene mutada una de sus dos copias de un gen. Aunque el perro no sufra la enfermedad, si tiene descendencia con otro individuo portador para la misma mutación, sus hijos sí podrían tener dos copias alteradas y que la patología se exprese en ellos.
Por desgracia, la inmensa mayoría de las enfermedades genéticas hereditarias, tanto en personas como en perros, tienen tratamientos, pero no cura.
Estas patologías suelen ser crónicas, acompañando al animal el resto de su vida. Lo que no es sinónimo necesariamente de que sean graves o vayan a deteriorar su calidad de vida.
Los tratamientos se enfocan en tres puntos, igual que en las personas: controlar los síntomas, ralentizar el avance de la enfermedad, o incluso hacerla retroceder, y mejorar su calidad de vida.
Dependiendo de la patología, el tratamiento también cambia. Algunas se pueden controlar con simples cambios y controles de la dieta, mientras que otras pueden requerir medicamentos o incluso cirugías.
Detectar la enfermedad lo antes posible es indispensable. De nuevo, aquí ganan importancia los tests genéticos, que permiten reconocerla sin síntomas y prevenirla en las primeras fases.
Como veis, los perros son muy parecidos a nosotros en muchas cosas, incluyendo la salud y el desarrollo de enfermedades.