El Pomerania es un perro que levanta pasiones. En cuanto lo conocemos, nos enamoramos de ese suave pelaje, de sus mimos y de que sea un perrito faldero.
De hecho, muchos de los dueños que tienen Pomerania suelen sentarlo en su regazo de manera habitual mientras hacen otras actividades como leer, ver la tele, trabajar e incluso dormir la siesta, y cargan con él en brazos durante los paseos, dado el poco tamaño del animal.
Se trata de un perro muy mimoso y sociable, pero que no nos engañe su apariencia tierna: como otras razas, deben ser educados para que no se conviertan en un perro desequilibrado. Como se trata de una raza muy inteligente y, pese a su engañoso tamaño, muy activa, es fácil conseguir, con juegos y refuerzo positivo, que atienda órdenes sencillas y que se porte de manera correcta con los otros miembros de su manada, que es como ve a su familia.
Tal y como ya hemos apuntado, es un perro activo que requiere dedicación y disciplina, como otras razas similares, razón por la cual además de dar con él largos paseos (no en brazos, sino hemos de conseguir que vaya caminando por el suelo), es importante que invirtamos tiempo diario en cuidarlo y en atender ese carácter exigente. ¿Qué queremos decir con esto? Que si bien hay razas que no exigen dedicación, por cuanto se pasan todo el día dormidos o tirados, salvo el rato que salen a la calle, otras como el Pomerania necesita que su dueño, además de sacarlo de paseo, le dedique tiempo en casa para jugar, darle caricias y trabajar ese refuerzo positivo del que hemos hablado y que hará de nuestro perro un animal sano mentalmente y equilibrado.
Precisamente por esto, porque es un perro juguetón y cariñoso, no excesivamente territorial como otras razas, puede ser un compañero de juegos excepcional para lo más pequeños de la familia.
Por lo que respecta a sus cuidados, hemos de decir que, a pesar del pelaje, se trata de un animal muy friolero, razón por la cual necesita que lo tapes en invierno y lo abrigues cuando hace frío para salir la calle. Aun así, es normal verlos temblar los días más gélidos, pues su reducido tamaño y peso y la poca grasa corporal que presentan determinan que sean muy sensibles a las bajas temperaturas. Sobre todo, cuando son cachorros, pues pierden todo el pelo entre los cuatro y los ocho meses para dar paso al que le acompañará en edad adulta. Y que no nos engañe: es un perro friolero, pero en verano tampoco está a gusto, pues ese pelaje, doble cuando son mayores, les hace pasar demasiado calor.
Por último, necesita que le cepillemos los dientes con frecuencia, pues son propensos a problemas bucales, y que los llevemos a veterinario a menudo para sus vacunas y los exámenes y revisiones pertinentes.