Por supuesto, cada perro es único y puede tener una zona corporal más sensible que otra; es decir, quizá disfrute más con caricias en la cabeza o en el lomo. Pero, por lo general, salvo en aquellos momentos en los que quieren que los dejemos a su aire, la barriga es una zona sumamente sensible. Por este motivo, a casi todos los perros les suele gustar mucho que su humano le rasque y le acaricie en esa zona.
Además, no hemos de olvidar que la postura que adopta el perro en esta situación denota un comportamiento que no debemos perder de vista, pues cuando un animal se tumba boca arriba y expone su barriga se queda indefenso. Por tanto, se trata de una postura que denota sumisión, respeto, pero también confianza en nosotros, ya que el animal sabe que no le haremos nada, salvo acariciarlo.
Los motivos por los que los perros adoran estas muestras de cariño son varios:
En primer lugar, el animal siente placer con el roce de nuestra piel y las uñas (roce suave) contra su piel, similar al gusto que podemos sentir los humanos cuando nos rascan o acarician la espalda, por ejemplo. En el caso del animal, se estimula el folículo, que es lo que hace que el perro sienta placer con esa caricia. Incluso se relaje.
En segundo lugar, no podemos perder de vista que también se trata de un mecanismo mediante el cual el animal se relaciona con su dueño. Muchas veces las caricias son correspondidas con lengüetazos y con gestos que evidencian que el animal nos está devolviendo su gesto de cariño. Por tanto, se trata de un modo muy placentero de afianzar la relación perro-amo, de reforzar el vínculo con el perro, de fortalecer la confianza entre los dos seres: animal y humano.
En tercer lugar, no cabe duda de que puede haber asociado caricias con atención. Es decir, sabe que ofrecernos su barriga es un modo de que le prestemos atención, razón por la cual se tumba boca arriba, pues sabe que a continuación vienen caricias y mimos, y en definitiva, que le hagamos caso.
Recuerda que no todos los perros pueden querer mimos en esa parte del cuerpo, y que ellos son los que deciden cuándo y también cuándo no. Por tanto, antes de acariciarlo, observemos su actitud, su comportamiento y veamos si quiere mimos o desea que lo dejemos tranquilo.