La muerte de las abejas es una consecuencia de la acción del hombre. De eso no hay duda. Y, aunque no lo creamos, la desaparición de estas polinizadoras tiene repercusiones negativas en el mundo que nos rodea, ya que afecta incluso a nuestra propia supervivencia como especie. La explicación es sumamente sencilla: sin polinización, las flores no se reproducen, por lo que la mayoría de las plantas desaparecerían. Sin vegetación, los animales herbívoros no pueden alimentarse y morirían; sin herbívoros, los carnívoros no tienen presas para cazar. Por tanto, los últimos de la cadena alimenticia, los humanos, nos quedamos sin especies vegetales y sin animales que comer, lo que conduciría a nuestra extinción.
Por todo ello, la muerte de las abejas está causando miedo entre los especialistas en medioambiente y biología, pues su papel en el ciclo reproductivo es vital para nuestra existencia.
Ya hemos adelantado que nosotros somos los principales responsables de que esto esté sucediendo. Conociendo el problema, podremos tratar de ponerle remedio para reducir la muerte de estos insectos.
Los principales motivos de que la población de abejas haya disminuido de manera considerable son:
Buscar soluciones a estos problemas debe ser una prioridad para los Gobiernos y las instituciones dedicadas al medioambiente y la ecología por el importante papel que desempeñan las abejas en el ciclo reproductivo de las flores y en la cadena alimentaria de los animales. Mientras, podemos tratar de reducir al mínimo aquellos comportamientos que puedan provocar alteraciones en la vida de estos insectos tan especiales, como disminuir el uso de los móviles, reducir el empleo de pesticidas, herbicidas y cualquier producto que perjudique a la colmena, contribuir a reducir los gases de efecto invernadero, etc.