El Akita Inu es considerado en Japón como parte del patrimonio natural nacional como lo son las geishas y el sumo. El Akita también es apreciado en Japón como un amuleto de buena suerte. El nombre de Akita proviene de la prefectura de Akita, una región situada en la isla de Honshu, y “inu” significa “perro” en japonés.
Algunos historiadores apuntan la aparición del Akita Inu hace cuatro mil años, pero los primeros ejemplares conocidos datan del siglo XV. En sus orígenes fue en perro de caza mayor y durante años fue usado por los guerreros del Japón como perro de defensa y ataque.
Durante la segunda guerra mundial un hombre cruzó hembras Akita con un Pastor Alemán y vendió los cachorros a los soldados estadounidenses. El Akita Norteamericano se lanzó rápidamente al comercio y en la actualidad coexisten las dos razas.
El Akita Inu es dócil, activo e independiente y aunque sea obediente no es nada sumiso. Su cualidad más admirable es la lealtad, se siente muy apegado a su dueño y es desconfiado con los extraños, actitud que le hace ser un buen guardián. Es un perro paciente que permanece impasible en situaciones irritantes.
El cuerpo del Akita Inu tiene una estructura sólida y compacta. Las orejas son pequeñas, tiesas y redondeadas en las puntas y tiene una cola gruesa y enroscada hacia delante. Sus extremidades son fuertes, potentes y de huesos pesados. La capa externa del pelaje es de pelo liso y de textura dura y en la interna tiene abundante pelo fino. El Akita Inu puede ser de varios colores como el blanco, el gris o el atigrado.
El Akita Inu se adapta perfectamente a la vida en el interior de la vivienda, siempre y cuando se le den de diez a veinte minutos de ejercicio diario. Aunque el mejor lugar para tener este perro es un jardín al aire libre.
Debido a la abundante capa de pelo del Akita Inu es importante que se cepille a diario.
Aunque el Akita es un perro fuerte y fornido tiende a desarrollar enfermedades como la displasia de cadera, disfunciones de la glándula tiroides, patologías del sistema inmunológico y problemas en las rodillas.
Las raíces asiáticas del akita inu le otorgan una ventaja sobre muchos de sus congéneres, la de no sufrir estrés. Aunque esta cualidad no sea el rasgo dominante de su carácter, sí es lo suficientemente rara como para que valga la pena subrayarla; éste es un perro capaz de hacer un viaje en avión de veinte horas entre Japón y España por ejemplo, sin que se sienta lo más mínimamente inquieto o nervioso a la llegada.
De manera general, el akita es dócil y resuelto, noble y al mismo tiempo con una expresión ingenua característica. Su cualidad más notable desde luego es la lealtad.
Como perro nórdico que es, el akita comparte con el husky o el alaskan malamute una afición muy pronunciada por la independencia. Aunque sea obediente, no es nada sumiso. Muy apegado a su dueño y a la familia de éste, es naturalmente desconfiado con los extraños aunque nunca dará muestras de agresividad gratuita. Por lo demás, hay que reconocer que no es nada fácil con los demás perros. Dotado de una fuerza prodigiosa, a menudo intentará imponerse pero pocas veces será el primero en atacar.
La originalidad del akita inu radica, por encima de su carácter, en la sorprendente diversidad de tareas que puede desempeñar. Eso es lo que le distingue de los demás perros nórdicos con los que se le asimila.
En todo caso, se ha de evitar una confusión: el akita no es un perro de trineo. Su peso y sobre todo la angulación muy recta de sus miembros le suponen una dificultad enorme y no le permiten participar en carreras de velocidad, según demostró el doctor Karts, un veterinario que conoce muy bien la raza.
Algunos adiestradores acostumbrados a trabajar con pastores alemanes o dobermanns han probado el akita en materia de defensa. Todos se declaran sorprendidos por el comportamiento “inteligente” de este perro. Pero no se le deben imponer sesiones de entrenamiento muy largas porque las aborrecería.
Por último, hay un punto que llamará la atención de los urbanícolas atraídos por el akita inu; este perro se adapta bastante bien a la vida en el interior de la vivienda sin mas condición que la de darle de diez a veinte de minutos de ejercicio diario haga el tiempo que haga. Como son muchos los perros nórdicos que no soportan ese régimen, el akita inu constituye una excepción en ese plano.
Aunque no se conoce con precisión el origen del Akita, la presencia de perros domesticados utilizados para la caza y protección se remonta a la Edad de Piedra. Aunque indiferenciados respecto al tipo, la siguiente Edad del Bronce de Yayoi produjo dibujos y artefactos que mostraban perros con orejas erguidas y una cola medio rizada. Luego, durante el reinado del Emperador Jimmu (600 a. de C.), llegaron otros perros de China y Corea. Es interesante observar que Corea tiene varias razas nativas similares en tipo a las razas japonesas. El Jindo coreano es casi idéntico al Shiba Inu japonés, y el Chindo-Kay coreano es muy semejante al Kishu japonés.
Debido a la aportación de razas extranjeras, los perros presentes en zonas muy pobladas se cruzaron frecuentemente, y así disminuyó la pureza de las razas nativas. Sin embargo, los perros que habitaban en las regiones más remotas del país pudieron mantener su pureza sencillamente debido a la falta de contacto con otras razas. No obstante, este aislamiento creó posteriormente problemas más graves, según los cuales muchas de las razas nativas japonesas se enfrentaron a una potencial extinción en diversas épocas de su historia.
Inicialmente, los perros japoneses fueron designados por su lugar de origen. La designación Akita Inu no se aplicó hasta 1931 cuando la raza fue declarada monumento natural. Anteriormente, los perros de la región de Odate eran conocidos simplemente como perros de Odate. Durante el periodo feudal de la historia japonesa estos perros se llamaron Nambuinu o Perro de la Región del Sur. Los perros utilizados para pelear fueron conocidos como Kuriya-inu y los utilizados para cazar fueron llamados Matagi-inu.
Con independencia del nombre utilizado, está claro que los antepasados del Akita proceden de la Prefectura Akita, que es la provincia más al norte de la principal isla japonesa de Honshu, donde está situada la ciudad de Odate.
Con los años, se crearon diferentes organizaciones con el objetico de conservar y/o restaurar al Akita. Durante el periodo Meiji (1868-1912), cuando estaban permitidas las peleas de perros, se fundó el Enyukai Club. Posteriormente, durante el periodo Taisho (1912-1925) se constituyó el club de peleas de perros Akita Kyokai. Finalmente, en 1927 se fundó el Akita-inu Hozonkai (AKIHO) que llegó a ser el club de mayor y más importante en el moderno Japón. Otras dos organizaciones, que tienen sus propios registros y estándares para el Akita, son Nippon-ken Hozonkai (NIPPO), fundada en 1928, y Akita-inu Kyokai (AKIKYO), fundada en 1948. El Japanese Kennel Club (JKC) también tiene un registro y un estándar de la raza. Sin embargo, el JKC y NIPPO son los registros más importantes en Japón que velan por la raza y son reconocidos a nivel internacional. Sólo recientemente el American Kennel Club ha concedido reconocimiento oficial al JKC como un registro extranjero ratificado.
Con anterioridad a 1930, hay pocos datos registrados o fotografías que permitan obtener información con respecto a los primeros ejemplares de la raza. Sin embargo, hay dos nombres que aparecen frecuentemente: Tochini-Go, que fue propiedad de Mr. Isumi, el primer presidente de AKIHO, y Babagoma-GO, propiedad de Mr. Kunio Ichinoseki, de la ciudad de Odate. Está demostrado que estos dos perros tenían influencias sustanciales de las primeras líneas de Akitas. Otros perros importantes fueron Ichinoseki Goma-Go que fue apareado con Futatsui Goma-Go, considerado por muchos como el perro más importante en el esfuerzo por restablecer la raza después de la segunda guerra mundial. A pesar de las advertencias de otros criadores y de conocedores de que Goromaru-Go engendraría los entonces indeseables perros de color pinto, o de colores mezclados y capas largas, conocidos como “Moku”, procreó extensamente y se ganó una reputación envidiable dentro y fuera del ring de exposición. Cuando murió en 1956, a los nueve años de edad, a su funeral asistieron conocedores de Akita de todo el Japón.
El respeto y la dedicación que muestran hacia la raza los propietarios, los criadores y, frecuentemente el público en general, no es insólito. Quizás el relato más conocido sea el del eternamente fiel Hachi-Ko. Nació en 1923 y su propietario fue Eisaburo Uyeno, de Tokio. Desde enero de 1924 hasta mayo de 1925, Hachi-Ko acompañó diariamente a su amo a la estación de tren. El perro veía como su amo salía cada mañana hacia la universidad Imperial, donde ocupaba una cátedra en el Departamento de Agricultura, y luego esperaba pacientemente su regreso por la tarde. Cuando una tarde su amo no regresó, ya que había fallecido súbitamente durante la jornada laboral, Hachi-Ko continuó su vigilia diaria hasta el 8 de marzo de 1934, fecha en la que se murió en la estación de Shibuya, en el mismo lugar en que había visto a su amo por última vez en mayo de 1925. La vigilia de nueve años del perro conmovió profundamente a todos los que le habían visto esperar pacientemente a un amo que nunca regresaría. Así, en conmemoración de este acto de fidelidad se erigió una estatua en 1934. La estatua en bronce fue esculpida por el célebre Teru Ando, y permaneció hasta 1945 en que fue desmantelada por el ejército para fabricar armamento. La estatua actual, similar en tamaño y forma a la original fue obra del escultor Takeshi Ando, hijo de Teru Ando, muerto durante la guerra. El perro está disecado y se exhibe en el Museo Japonés de Historia Natural en Tokio.
Otra interesante historia es la de Kamikaze-Go, el primer Akita que llegó a Estados Unidos. Bastante antes de que la raza llamase la atención del personal militar norteamericano durante la ocupación de Japón que siguió a la segunda guerra mundial, Hellen Keller descubrió esta magnífica raza. Ciega de nacimiento, su fascinación por el Akita indica la presencia de la raza y sus manifiestas cualidades “espirituales”. Durante su viaje a Japón en 1937, en el cual dio un ciclo de conferencias de diez semanas, visitó la ciudad de Akita. Conociendo su deseo de tener un Akita, Ichere Ogasawara, miembro de departamento local de policía, le regaló un cachorro de su programa de cría. Este perro viajó a los Estados Unidos para vivir con la señora Keller en el estado de Nueva York. Lamentablemente, enfermó y murió ese mismo año. Sin embargo, su amor por la raza no disminuyó, y en 1939 le enviaron otro perro. Kenzan-Go vivió con ella hasta su muerte en 1944 o 1945.
Estos dos casos, combinados con la declaración de la raza como monumento natural en septiembre de 1931, aseguraron la supervivencia continua del Akita como raza distintiva. Después de su designación como monumento natural se registró un fuerte resurgimiento de renovada actividad, encaminada a restaurar la condición original del Akita. Esta renovada actividad, iniciada en la década de 1920, evitó la extinción de la raza después de la segunda guerra mundial. La guerra, en todos sus aspectos, cobra invariablemente su peaje sobre las personas y los animales. Las carencias subsiguientes, especialmente de alimentos, dificultan la supervivencia. Los perros grandes como el Akita sufren más las consecuencias, ya que consumen mayores cantidades de alimentos, los cuales, durante épocas de escasez, se reservan en primer lugar para las personas. Además, las carencias de otros productos durante los duros meses invernales, produjo la utilización de pieles de perros y gatos para calentarse.
Las razas más grandes sufrieron mayores pérdidas, dado que sus capas eran más grandes y más gruesas. Sólo se conservaron los perros pastores, que eran utilizados como perros militares. Hubo un momento en que el departamento de policía cumplió órdenes de capturar y destruir a todos los perros, excepto los pastores. Aunque no hay datos exactos sobre el número real e Akitas que sobrevivieron a este periodo, en una exposición de AKIHO en 1948 se presentaron 60 ejemplares de la raza. Algunos de ellos eran supervivientes de la época de la guerra.
De 1948 a 1950 se produjeron muchos Akitas históricamente importantes. Su popularidad fue en auge, y el aumento de número hizo que se concediera más importancia a los pedigrees de los perros. Los siguientes 30 años de concentración de esfuerzos produjeron un Akita consistente en tipo, morfología y color. Ésta fue la recompensa de los criadores por su visión unificada de trabajo conjunto, así como por la creación de un registro fuerte (AKIHO) dedicado a promover el futuro de la raza. Su capacidad para ver a la raza dentro de un contextohistórico, así como su veneración hacia un perro nacional, diferencia a los criadores japoneses de otros propietarios y criadores. Su intención no es cambiar, sino perfeccionar lo que ya existe.
Al igual que otras muchas bien establecidas en sus países de origen, y/o sobre una base internacional, los primeros ejemplares que entraron en Estados Unidos no fueron necesariamente los que llamaron la atención de los aficionados a los perros. Eso sucedió también con el Akita. Aunque Hellen Keller tuvo dos de ellos en Nueva York, la raza no empezó a ser popular en Norteamérica hasta los años posteriores a la segunda guerra mundial.
La fuente primaria de perros importados estuvo constituida por los militares que regresaban de su servicio en el Japón ocupado. Aunque los Akitas llegaron tanto a la costa occidental como oriental, California recibió el mayor número de ejemplares, y todavía sigue siendo el número uno. Aun cuando los perros no fueron muy promocionados por sus importadores, se generó bastante interés general para crear un mercado para la raza. En un principio, el crecimiento de la raza progresó lentamente. Por desgracia, hubo poca uniformidad en cuanto al tipo en los primeros perros, y se desarrollaron pocos programas de crianza verdaderamente concertados.
Al igual que con cualquier raza nueva, los primeros años fueron duros. Esto es particularmente cierto cuando los perros son originarios de países cuyo lenguaje supone una barrera para un fácil intercambio de información. Eso sucedió con el Akita, ya que también era necesario traducir los pedigrees. La mayoría de los primeros propietarios de Akitas no eran aficionados caninos ni criadores establecidos. En muchos casos era su primer perro y tenían poca idea de cómo habían de actuar. Aunque se formaron varias organizaciones, ninguna permaneció activa durante mucho tiempo hasta que en 1952 Kelly Spellmeyer fundó la Akita Dog Association of America. Posteriormente, en 1956, se fundó el Akita Kennel Club. Luego se suprimió la palabra “kennel”, y en 1959 se convirtió en el Akita Club of America. Finalmente, se estableció un registro, ajustado a las normas del American Kennel Club. Sin embargo, las cosas no fueron fáciles en el mundo de los Akitas, ya que algunos grupos se separaron de los clubs; algunas personas se pasaron a otras asociaciones o formaron sus propios clubs, aunque al cabo de cierto tiempo muchos volvieron al Akita Club of America. Se formularon acusaciones de robos de registros y anotaciones de árboles genealógicos. Por último, la aceptación de la raza en 1973 por el American Kennel Club resolvió los conflictos subyacentes reconociendo al Akita Club of America como el club padre oficial de la raza en los Estados Unidos.
Para el Akita, fue un camino extremadamente largo hasta llegar al reconocimiento oficial del American Kennel Club. La raza fue aceptada dentro de la “Miscellaneous Class” (diversos) el 13 de julio de 1955, lo cual es un paso preliminar que todas las razas nuevas deben dar antes de ser reconocidas. Los primeros perros fueron presentados en la exposición del Orange Empire Kennel Club en San Bernardino, California, el 26 de enero de 1956. Aun dentro de esa categoría de diversos, el club padre registraba perros individuales y concedía títulos. Poco antes del reconocimiento formal de la raza por el American Kennel Club en 1973, había 3. 82 perros registrados.
El primer perro que se registró en el “stud book” del Akita Club of America fue un macho llamado Nikko-Go, nacido el 13 de marzo de 1952. Aparte de su fama por este detalle de ser el primer inscrito, no tuvo ninguna relevancia adicional sobre la raza. El primer perro que causó impacto en el programa de cría norteamericano fue Homare No Maiku-go, nacido el 10 de julio de 1953 en el criadero Shitara en Japón. Muchos de estos primeros perros fueron importados del Japón. Sin embargo, llegó un momento en que eso se acabó porqué el American Kennel Club no reconocía perros inscritos en el libro de orígenes extranjero japonés. Una vez que la raza recibió elreconocimiento más allá de la “Miscellaneous Class”, se cerraría el libro de orígenes a nuevas inscripciones por el método de reconocimiento, y los criadores de Akitas se limitarían a lo que ya estaba registrado y a lo que pudiera haber disponible de registros reconocidos de otros países por el AKC. Así se preparó el terreno para el desarrollo eventual de lo que se conoce como el “”, que es drásticamente diferente del Akita nativo de Japón, casi hasta el punto, en opinión de algunos conocedores, de constituir una raza de perro totalmente diferente. Actualmente, esto es incluso más interesante, ya que algunos Akitas recientemente importados del Japón pueden verse en el ring de exposiciones. Después del reconocimiento del Japanese Kennel Club el 13 de abril de 1992, el American Kennel Club admitió finalmente nuevas líneas genéticas en el “stud book”, o libro-registro de orígenes genealógico. Algunos de estos perros han tenido un gran éxito, mientras otros son drásticamente diferentes de lo que los conocedores y los jueces norteamericanos están acostumbrados a ver que se les utiliza básicamente como savia nueva de crianza para los perros existentes. Sin embargo, esa consistencia característica de los Akitas del Japón no puede por menos que contribuir a mejorar los perros norteamericanos. El futuro de los Akitas en los Estados Unidos es mucho más brillante de lo que ha sido en el pasado reciente.
Si deseas saber más sobre el Akita te recomendamos la publicación de la editorial Hispano Europea Manual Práctico del Akita:
Perro de talla grande y estructura sólida, bien equilibrado y con mucha sustancia; las características sexuales secundarias bien acentuadas, de gran nobleza y modesto señorío, de constitución fuerte.
La relación entre la altura a la cruz y la longitud del cuerpo (medida desde la punta del hombro hasta la punta de la nalga) es de 10:11, pero el cuerpo de las hembras es ligeramente más largo que el de los machos.
Es un perro de temperamento calmado, fiel, dócil y receptivo.
Grueso y musculoso, libre de papada, equilibrado con la cabeza.
De implantación alta, gruesa y llevada vigorosamente enroscada sobre la espalda. La punta de la cola casi llega a los corvejones cuando la cuelga hacia abajo.
Deben ser bien desarrollados, fuertes y moderadamente angulados.
Gruesos, redondos, arqueados y con dedos apretados.
Movimiento flexible y poderoso.
La capa externa debe ser de pelo liso y de textura dura, la capa interna debe ser de pelo fino y abundante; la cruz y las caderas deben estar cubiertas de pelo ligeramente más largo; el pelo de la cola es más largo que el que cubre el resto del cuerpo.
Rojo-leonado, sesamo (pelos color rojo-leonado con puntas negras), atigrado y blanco. Todos los colores supra citados, excepto el blanco, deben tener Urajiro.
( Urajiro = Pelo blancuzco a los lados del hocico, en las mejillas, debajo de la mandíbula y en el cuello, en el pecho, abdomen, debajo de la cola y en la parte interna de los miembros.)
Se tolera una diferencia de más o menos 3 cm.
Cualquier desviación de los criterios antes mencionados se considera como falta y la gravedad de ésta se considera al grado de la desviación al estándar.
Cualquier perro mostrando claras señales de anormalidades físicas o de comportamiento debe ser descalificado.
Nota: Los ejemplares machos deben tener dos testículos de apariencia normal, completamente descendidos en el escroto.
Buscar un cachorro por Internet conlleva riesgos. Para tener clara la profesionalidad del criadero con quien contactéis, os recomendamos que...